Muchas personas no aguantan un minuto de silencio, por eso hay ruido en todas partes.
Ignoran que el silencio es un bien preciado porque es una de las cosas que nos permite pensar.
Te niegas a apagar el computador o el teléfono y estar en silencio, por no enfrentar quién eres realmente.
Dedica entonces un buen tiempo a interiorizar, y a profundizar en tu ser para verte sin autoengaños y poder mejorar.
Los ríos más profundos son siempre los más silenciosos. El silencio es paz.
El silencio es tranquilidad. Es bajar el volumen de la vida. Silencio es presionar el botón de apagado a la mente.
“Siempre he amado el desierto. Uno se sienta en una duna de arena del desierto, no ve nada, no oye nada. Sin embargo, a través del silencio algo se oye, algo palpita y brilla”. Antoine de Saint-Exupéry.
Manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra.
No te preocupes por las cosas materiales ya que tienden a volverse demasiado importantes.
Antes bien, educa tu mente y tu corazón para tener desapego de modo que nada material mueva tu espíritu.
¿Por qué? Sólo un espíritu débil se deja seducir por cosas externas. Por eso, hallas contento si tu interior guía tu exterior.
Entrégate a Dios, deja que Él te dé lo que quiera y acéptalo con alegría, humildad y gratitud.
Aprende gustosamente a estar con Dios en todos los acontecimientos ya que amarlo es el único camino seguro.
Sólo así puedes saborear comodidades o soportar la miseria, siempre abierto a hacer la voluntad de Dios.
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