En el instante en que nos sentamos a meditar es el momento en que comenzamos a caminar por el sendero de los santos. En ese preciso momento dejamos todos los conceptos atrás y comienza la experiencia.
Es mientras estemos sentados en meditación , se inmovilizará la mente, iremos al interior, encontraremos la Forma Radiante, realizaremos nuestro propio Ser inmortal y alcanzaremos la realización de Dios. Todo sucederá mientras estamos en meditación. Por eso se dice que la meditación es acción y que la meditación es iluminación. Cada vez que nos sentamos en meditación estamos haciendo la tarea más importante que cualquier ser humano pueda hacer: la de transformar completamente su carácter y su conciencia.
Por lo tanto no deberíamos creer a nuestra mente o a la sociedad y sentirnos culpables cuando nos digan: “¡No te quedes ahí sentado, haz algo!”. En su lugar, deberíamos decir: “¡No te quedes haciendo algo, siéntate ahí!”. El verdadero valor de la meditación se mantiene oculto a los demás.
Al sentarnos en meditación le devolvemos su poder a nuestra alma, le damos alimento espiritual, nos volvemos espiritualmente fuertes para enfrentar al mundo y aprendemos a hacer contacto consciente con Dios en nuestro interior. Al sentarnos sin movernos, aprendemos a entregarnos, a ser pacientes, a resistir y a aceptar el camino de Jesucristo. Al someternos a las instrucciones del Maestro de meditar, alimentamos la semilla de la verdadera humildad, que consiste en vivir en su voluntad. Cuando alcanzamos un estado mental meditativo, ¿Qué nos puede irritar, o perturbar nuestro equilibrio? En medio de una vorágine de actividades, y catástrofes , permanecemos inalterables, contentos y felices en nuestra quietud . Tal es el poder de la meditación. ¿Cómo puede haber una actividad más importante durante el día que sentarnos en meditación?.
Para crear un estado mental propicio a la meditación, podemos conscientemente tratar de abstenernos de situaciones que nos provoquen enojo, lujuria, tensión y otras cosas por el estilo. Estas situaciones dejan fuertes impresiones en nuestra mente. Descubriremos que cuando nos sentamos a meditar, son estas mismas cosas las primeras que surgen en nuestra mente y que gastamos mucho tiempo y energía en expulsarlas. Así que, en la medida de nuestras posibilidades, cuando estas situaciones surjan, recordemos que nuestra meditación sufrirá si nos entregamos a ellas. Recordando este punto, es mejor dejarlas ir.
Para ayudar a preparar a la mente para la meditación, algunas personas gustan de leer algún libro o artículo que les inspire, o comienzan la meditación con una pequeña oración. Como todos sabemos, lleva tiempo asentar la mente. Las palabras que el Maestro JESÚS, nos dio son la herramienta ideal para calmar la mente y así pasar directamente, sin más preámbulos, a la meditación. ¿Qué mejor manera de orar, de calmar la mente y de infundir una actitud de amor y devoción que usar las palabras que nuestro Maestro Jesucristo nos dio para ese propósito?
Cualquier hora es buena para meditar. Si esperamos a que las condiciones sean ideales, probablemente nunca nos sentemos a meditar. A cualquier hora tenemos una buena oportunidad de calmar y de purificar la mente, así que podemos hacer nuestra meditación a cualquier hora del día o de la noche.
En cualquier lugar se puede meditar. Cuando hagamos nuestra meditación formal, es conveniente que nos sentemos en el mismo lugar, pues pronto asociaremos a ese lugar con la paz y la tranquilidad de la meditación y encontraremos que la mente puede concentrarse mejor cuando se hace esta asociación.
La meditación es una actividad que involucra a nuestra mente y a nuestro cuerpo. Si no adoptamos una postura que apoye y ayude al proceso de la meditación, estaremos obstaculizando nuestra práctica de meditación. Lo importante es que nos sentemos con nuestro cuerpo inmóvil y nuestra espalda erguida y recta. Esto ayudará tanto a nuestra concentración como a nuestra salud.
La mente no puede tranquilizarse ni aquietarse si el cuerpo está continuamente moviéndose, de la misma manera que el agua no puede estar quieta en un vaso que se mueve. Si inmovilizamos el cuerpo, estamos ayudando a inmovilizar la mente, así que es importante que encontremos una postura que nos permita mantenernos quietos y que minimice el dolor y la incomodidad que nos llevan a estar continuamente cambiando o ajustando nuestra posición.
La meditación nos enseña a interiorizar, generando una mayor consciencia de nuestra propia persona y de donde nos encontramos ubicados. Este proceso de concientización posibilita la conexión con aquello que nos supera, con aquello que es mayor que nosotros y que nuestra comprensión, resultando en una profunda sensación de paz y serenidad; pero lo más importante es que esta conexión también nos permite salir de nosotros mismos, para ir hacia lo otro, religándonos con los demás seres humanos, con la realidad, con el universo y, consecuentemente, con Dios. Es así como la práctica asidua de la meditación va transformando nuestra vida al permitirnos hacernos conscientes del Espíritu en nosotros y en todo lo que nos rodea. nos damos cuenta que somos uno con Dios, quien con su amor infinito todo lo inunda.